Saturday, December 6, 2014

Disciplinamiento, adaptación y exclusión
en las universidades guatemaltecas  

Edgar Esquit
Comunidad de Estudios Mayas / Instituto de Estudios Interétnicos

El ingreso de los indígenas, principalmente hombres, en las universidades en Guatemala, se ha producido con mayor auge desde mediados del siglo XX. La discusión de los universitarios sobre el lugar de los indígenas en Guatemala fue promovida muchos años antes, así intelectuales como Miguel Ángel Asturias o Clemente Marroquín Rojas hablaron sobre el lugar de los indígenas en la nación. Las perspectivas indigenistas y nacionalistas que ponían en primer plano la unidad nacional y por ende la integración de los indígenas a esta identidad abarcadora, prevalecían en los discursos de muchos de éstos intelectuales a mediados del siglo XX y en el marco de la Revolución de 1944. (Arturo Taracena, Etnicidad, estado y nación en Guatemala v2, 2004).

Al escuchar a numerosos profesores y al observar los programas académicos en la Universidad de San Carlos de Guatemala a principios del siglo XXI, uno podría decir que aquellas voces indigenistas aún resuenan en ésta y en otras universidades. Preguntas colonialistas siguen vigentes en las voces de muchos  universitarios, ellos aún reproducen aquellas viejas interrogantes sobre ¿qué hacer con el indígena? o ¿qué hacer con lo indígena? En esos momentos algunos profesores y administradores universitarios hablan sobre lo indígena y al mismo tiempo lo ven como una amenaza, como un peligro a la calidad académica o también a la estabilidad de las instituciones.   

En el tiempo del multiculturalismo o la interculturalidad, las respuestas de las universidades a las demandas de inclusión, respeto y participación de los indígenas que están inscritos en estos centros académicos se limita a lo discursivo o a lo justificativo (es decir, a lo paliativo o lo probatorio). Se plantea que las universidades aceptan la cultura de los indígenas  y la fomentan ya que, por ejemplo, desarrollan investigaciones o políticas de extensión relacionadas a la historia o a la vida de estos pueblos. Se argumenta que los indígenas están presentes en las universidades y que ellas  están preocupadas por la unidad de la nación y por la interculturalidad.

Actualmente, varios mayas integrados a las universidades y otros académicos no mayas interesados en el tema, se han conformado con dicho discurso multiculturalista o interculturalista para dejar a un lado la discusión de las formas de dominación que se estructuran en estos centros de enseñanza. Por otro lado, muchos mayas están convencidos de que las universidades o la educación superior en verdad es útil para civilizar o modernizar, es decir, con el fin dejar atrás los supuestos lastres del ser, de la identidad y la vida de los indígenas. Ellos piensan que en ese marco de educación superior encontraran las rutas para transformar sus vidas personales y grupales. 

No obstante, cuando la pregunta principal es ¿qué hacer con el indígena? lo que surge como respuestas son argumentos estrechamente relacionados con el proyecto modernizante y colonialista. Así, las universidades en realidad lo que se proponen es civilizar a los  indígenas es decir, transformar sus supuestas vidas abyectas pero también incorporarlos en la reproducción del capital. Diferentes académicos dirán que otra faceta importante de la actividad académica universitaria es el humanismo y la ciudadanización. Sea cual sea la línea de abordaje, la educación universitaria actual conduce finamente a la integración de los indígenas a una corriente dominante que busca ser abarcadora y que se pretende única o universal.

De esta forma, el proyecto civilizador es el mismo que el de disciplinamiento. Esto significa introducir y establecer mediante la cátedra, el orden legal o la vida cotidiana universitaria, la dicotomía entre modernidad y atraso, alrededor del cual se modela al estudiante. En este marco muchos indígenas van conformando mentalidades o imaginarios sobre el ser civilizado como algo diferente al ser indígena, hasta definir éste último como la condición, la naturaleza y la representación de la inferioridad. El racismo, por ejemplo, muchas veces es asumido como parte del proceso natural de establecer, organizar y llevar adelante el trabajo en el aula. Enseñar y aprender es una actividad que lleva consigo formulas violentas y sutiles de sometimiento que son naturalizados como partes necesarias de la formación profesional y como formulas inevitables para modelar o transformar la personalidad, la mentalidad y la vida en general del inferior.

Esto significa que en las universidades los indígenas, hombres y mujeres, son  reconocidos y tratados como cuerpos y mentalidades enfermas que deben ser rehabilitadas mediante el tratamiento general que impone el proyecto civilizador. Nociones como, resentidos, susceptibles, demasiado sensibles, esquizofrénicos son fácilmente usados para calificar la acción y reacción de muchos indígenas ante las situaciones de vida cotidiana o el racismo. Programas de asistencia a indígenas son formulados a partir de nociones que ha diagnosticado a dichos estudiantes como inadaptados, atrasados en su formación o como seres sin identidad definida. Junto a ellos, las nociones generales sobre cientificidad, inocuidad, estandarización, buenas prácticas, uniformidad, protocolo, tienen papeles o lugares fundamentales en la conformación de las nuevas mentalidades sobre el ser profesional y el ser una nueva persona o alguien diferente a la que se era. Ellas operan como formulas diferenciadoras entre personas y mundos sanos y enfermos, civilizados e incivilizados, mundos limpios y mundos contaminados.

Por otro lado, ante el racismo cotidiano en las universidades (cuando no se produce el abandono de dichos centros educativos) otros mayas implementan prácticas y discursos de ocultamiento y de negación de su identidad  y origen maya. Esto significa asumir actitudes y fórmulas que intentan enmascarar y disimular, en diferentes momentos y espacios, la diferencia cultural estigmatizada o etnizada en la jerarquía socio-racial. Aún si en momentos específicos algunos estudiantes no niegan su origen indígena –por ejemplo cuando son cuestionados- en otras ocasiones intentan pasar desapercibidos para no ser discriminados u objetos del racismo. En muchos momentos éstos rechazan relacionarse con otros indígenas, principalmente con mujeres mayas, para no delatarse dentro del espacio universitario, así intentan evitar ser reconocidos y estigmatizados como inferiores.

Otros hombres y mujeres mayas que logran entrar a la universidad toman una posición diferente. Algunas por ejemplo cuestionan abiertamente los discursos racistas o usan sus trajes como emblemas o armas contra dicho racismo y sistema de dominación. Estos hombres y mujeres saben que es importante transformar los múltiples espacios en donde se reproducen los actos de exclusión es decir en las aulas, las bibliotecas, las oficinas, las salas de conferencias, las cafeterías y demás.

Pero aún si muchos mayas pueden tener una posición crítica ante la forma que toma la educación superior otros, como se ha visto, ayudan a modelar los ámbitos excluyentes de las universidades. Así, los mayas también contribuyen a darle sentido al proyecto civilizador, es decir al basar sus relaciones sobre actos y estrategias de ocultamiento y negación. De esta forma sutil y cotidiana, las universidades también reproducen de manera nítida el proyecto dominante nacionalista y estatista que intenta definir una identidad y una historia guatemalteca, negando las de los mayas. Entonces es evidente que las universidades son reproductoras o forman parte de la construcción histórico-social dominante en Guatemala. Aún con el posicionamiento contrahegemónico y crítico que intentan adoptar algunos sectores universitarios ellos no logra impugnar esa dominación racista y desenmascarar el proyecto civilizador.

Una de las tareas en el proceso de transformación de las universidades, debe ser la problematización de esta condición universitaria. El objetivo es descentrar el conocimiento occidental y la fractura del pensamiento y las prácticas racistas en las universidades y en la sociedad. Descentrar significa darle lugar en las universidades a la heterogénea experiencia histórica de los grupos humanos de Guatemala y el mundo y quitarle el sentido universal al conocimiento occidental. Fracturar el pensamiento y las prácticas racistas implica destruir los dispositivos estructurales y cotidianos que niegan a los indígenas como personas y como grupos con historia y proyectos políticos dentro y fuera de las universidades. Los espacios para iniciar esta discusión lo tienen en sus manos los profesores, investigadores y estudiantes universitarios. La docencia y la investigación como hechos y espacios democráticos pueden constituirse en foros importantes para establecer líneas de estudio sobre el carácter colonial de la educación superior, de las relaciones sociales y de los vínculos políticos en general.   

Los planteamientos hechos en este artículo no pretenden negar o desechar el conocimiento occidental que se imparte en las universidades. Lo que se está afirmando es que, es importante reconocer de qué maneras dicho conocimiento se ha construido históricamente y su estrecho vínculo con las estructuras y los dispositivos de la dominación. La legitimación del conocimiento occidental en las universidades, es decir, como un conocimiento científico y universal, también se constituye en una maniobra que convierte los otros conocimientos en  sentido común, saberes antiguos, empíricos o no comprobados. El problema específico en nuestras universidades no es el conocimiento occidental, la dificultad es que su reproducción trae aparejadas formas de  exclusión de los conocimientos indígenas, locales, rurales y la vida de personas que han sido definidas como inferiores.


La posibilidad de visualizar el mundo heterogéneo en el que vivimos pasa por el interés y nuestra capacidad de analizar éstas y otras condiciones históricas y actuales de las universidades en Guatemala. Las probabilidades de que las múltiples experiencias humanas y no solo la occidental tengan un lugar en las universidades, transformará la idea de universalidad alrededor del cual opera la educación superior hasta este momento. Esta educación universitaria no estará definida por el sentido abarcador y único que se arrogue algún conocimiento particular sino por la viabilidad (no jerarquizada) que encuentren en ella los múltiples conocimientos, historias y experiencias humanas. La pregunta indigenista y colonialista sobre ¿qué hacer con el indígena? puede ser desechada ahora, para construir nuevas interrogantes sobre la estructuración de la dominación, las posibilidades de la democratización y de la descolonización en las universidades y en la sociedad en general.*