LOS IMAGINARIOS DE LAS ELITES CRIOLLAS Y LADINAS Y LA
IMPOSIBILIDAD DE TRANSFORMAR GUATEMALA
Edgar
Esquit
Comunidad
de Estudios Mayas
El
liderazgo moral, político y cultural que se arrogan las élites criollas y
ladinas guatemaltecas se basa en argumentos como los que muestran Martín Banús
o Ricardo Méndez Ruiz. Cómo se nota rápidamente este es un cúmulo de ideas
endebles, enfermizas y sin ningún
sentido analítico. Dicho pensamiento cambia solamente para adherirse a los
nuevos conceptos que usa Estados Unidos o el resto de Occidente para nombrar al
otro, en su intento por construirlo y
colocarlo en un lugar controlable, reprimible o en donde pueda ser intervenido.
La vida
y las acciones políticas de los mayas en este caso son consideradas como
amenaza a la civilización y al
Estado, considerados como los centros de la vida y la política. Todo el trabajo
que hace Banús en su artículo del 11 de noviembre en el diario la Hora, inicia con
una defensa abierta al Estado pero rápidamente intenta construir al indígena imponiéndole una cultura que
se centra esencialmente en lo que él nombra como su tradición reproductiva.
Luego caracteriza dicha cultura como una forma irresponsable, ignorante
o animal de estar en el mundo e intenta decirnos cómo sería nuestro futuro si
viviéramos según lo que él considera admirable e inteligente. El resto de
argumentos sobre la pereza, la destrucción de la naturaleza, la mendicidad o el
ser manipulable solo intentan dar forma a esas imágenes que se buscan
reestablecer en el siglo XXI.
Este
pensamiento está estrechamente vinculado a otros como él de Méndez Ruiz, que en
su artículo del 9 de noviembre de 2012 en ElPeriódico, afirmaba que la anarquía
se estaba apoderando de muchas comunidades en el país y que dicho desorden era
comparable a una bestia desatada. Esta metáfora y los conceptos que usa para
construirla aluden a un ser monstruoso y desgarrador que amenaza de la misma
forma a la civilización y al Estado.
La bestia, según esta imaginación, es un ser detestable que destroza todo lo
que está a su paso desde la frontera en Barillas, es una fuerza que hunde sus
colmillos en Totonicapán y amenaza en el Polochic o en las fincas de palma
africana en Izabal. Al ser llevado al ámbito político, el monstruo del cuento se
transforma en el fantasma del terrorismo que infiltra la vida de los mayas y
demás indígenas. Entonces se afirma que el terrorismo es un mal que se apodera
de la gente de Totonicapán o se transmuta en lo que el escritor dibuja como los
ladrones de energía que campean en la región.
Todas
estas construcciones discursivas se establecen como el deseo profundo de las
elites por controlar la vida de los mayas y de muchos otros grupos. Este mismo
deseo y trabajo se tornan en los límites o en la imposibilidad de construir a
Guatemala como un ámbito político comprometido con la historia y la vida todas
y todos. En su lugar, este pensamiento sigue inculcando que las vidas, que
según ellos están organizadas por la barbarie y el terrorismo, deben ser
limitadas, corregidas y castigadas.
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