Edgar Esquit
Comunidad de Estudios Mayas
El pasado de los mayas en Guatemala es negado de dos
maneras, por un lado se les considera como seres sin historia y por el otro se
les atribuye un pasado de aberraciones. La lógica argumentativa dominante pareciera
indicar que si los indígenas no
tienen historia ellos simplemente deben sumarse a la nación como individuos, es
decir, sin derecho políticos colectivos. Lo que se pretende mostrar en este
artículo es que estas nociones dominantes basadas en la negación tienen
consecuencias catastróficas en la vida cotidiana de los mayas y en la
definición de sus derechos como pueblos en la actualidad. No obstante también
se observan las formas en que los mayas vuelven a revertir estos actos de
negación y sometimiento.
En el primer caso de negación se produce un efecto de amnesia pues se considera que los seres humanos definidos como indígenas simplemente carecen de historia, nadie sabe o tiene conocimiento sobre el pasado de estas personas o estos grupos o si se posee alguna noción al respecto, no tiene ninguna importancia mencionarla o discutirla. En este caso el argumento más recurrente es el que afirma que todos los habitantes de este territorio somos guatemaltecos o en su defecto, todos somos hijos de Dios. Vinculado a esta lógica argumentativa se ha creado la idea de los mayas como seres atemporales, son figurados como personas cuya vida no se transforma o como resistentes al cambio. (1) Para muchos las mujeres son el vivo ejemplo de ese mundo quietista, ellas usan un traje que no cambia desde su imposición colonial hasta la actualidad. Los indígenas como seres alejados de la historia o detenidos en el tiempo forman imaginarios que conduce a algunos a ignorarlos o a no pensarlos pues si son así, su existencia es indeseable e indigna desde este punto de vista.
Por el otro lado los indígenas o los indios surgen y existen como seres limitados y confinados a esa situación histórica. El pasado que se dibuja o imagina es uno de carencias debido a que los indígenas o los indios aún no alcanzan llegar a ser, sus vidas son insuficientes en sí mismas. Al mismo tiempo se considera que esta insuficiencia es algo prevaleciente y por eso aquellos, en muchos sentidos son considerados seres que viven en el pasado. Lo que resulta de esta formulación discursiva es la conformación de otros alegatos y políticas de control. Si el indígena es incapaz de intervenir sobre su propia vida entonces, ésta debe ser controlada por otros que en nuestro caso son el Estado, el ejército, los finqueros o las elites capitalinas. Estrechamente vinculado a esta noción general permanece el imaginario del indígena como mozo y como sirvienta. Su existencia duradera en el tiempo es vinculada a esta condición que esquiva cualquier otra construcción de sentido histórico y político.
La conformación de la nación guatemalteca en los siglos XIX y XX tuvo una estrecha relación con estos escenarios en los que sociológica y epistemológicamente fueron colocados los mayas. Es verdad que los indígenas y demás sectores populares lograron la ciudadanía de una manera gradual, pues las constituciones poco a poco fueron integrando en la vida política a los incivilizados. Lo básico aquí es que a pesar de esta oportunidad de participación política otorgada la mayoría de estas personas fueron vistas como seres que mantuvieron o conservaban sus carencias o vacíos. Así, aunque en la última parte del siglo XX todos los habitantes adultos del país eran considerados ciudadanos siempre se pensó que las mujeres, los indígenas, los campesinos, las clases bajas, las analfabetas no ejercían una ciudadanía civilizada. Aunque ellos podían votar o ser electos para algún cargo público en todo momento había reservas sobre su capacidad para llevar adelante su tarea y actividad política. Desde una perspectiva dominante las mujeres carecían de capacidades humanas e intelectuales, los analfabetas no poseían los conocimientos y razonamientos certeros y los indígenas o indios padecían taras raciales vinculadas a su historia antigua, colonial y también a la condición campesina y de analfabetismo. De esta manera la ciudadanía de todos ellos siempre fue cuestionada, quedaba en entredicho, duda y desconfianza.
En el primer caso de negación se produce un efecto de amnesia pues se considera que los seres humanos definidos como indígenas simplemente carecen de historia, nadie sabe o tiene conocimiento sobre el pasado de estas personas o estos grupos o si se posee alguna noción al respecto, no tiene ninguna importancia mencionarla o discutirla. En este caso el argumento más recurrente es el que afirma que todos los habitantes de este territorio somos guatemaltecos o en su defecto, todos somos hijos de Dios. Vinculado a esta lógica argumentativa se ha creado la idea de los mayas como seres atemporales, son figurados como personas cuya vida no se transforma o como resistentes al cambio. (1) Para muchos las mujeres son el vivo ejemplo de ese mundo quietista, ellas usan un traje que no cambia desde su imposición colonial hasta la actualidad. Los indígenas como seres alejados de la historia o detenidos en el tiempo forman imaginarios que conduce a algunos a ignorarlos o a no pensarlos pues si son así, su existencia es indeseable e indigna desde este punto de vista.
Por el otro lado los indígenas o los indios surgen y existen como seres limitados y confinados a esa situación histórica. El pasado que se dibuja o imagina es uno de carencias debido a que los indígenas o los indios aún no alcanzan llegar a ser, sus vidas son insuficientes en sí mismas. Al mismo tiempo se considera que esta insuficiencia es algo prevaleciente y por eso aquellos, en muchos sentidos son considerados seres que viven en el pasado. Lo que resulta de esta formulación discursiva es la conformación de otros alegatos y políticas de control. Si el indígena es incapaz de intervenir sobre su propia vida entonces, ésta debe ser controlada por otros que en nuestro caso son el Estado, el ejército, los finqueros o las elites capitalinas. Estrechamente vinculado a esta noción general permanece el imaginario del indígena como mozo y como sirvienta. Su existencia duradera en el tiempo es vinculada a esta condición que esquiva cualquier otra construcción de sentido histórico y político.
La conformación de la nación guatemalteca en los siglos XIX y XX tuvo una estrecha relación con estos escenarios en los que sociológica y epistemológicamente fueron colocados los mayas. Es verdad que los indígenas y demás sectores populares lograron la ciudadanía de una manera gradual, pues las constituciones poco a poco fueron integrando en la vida política a los incivilizados. Lo básico aquí es que a pesar de esta oportunidad de participación política otorgada la mayoría de estas personas fueron vistas como seres que mantuvieron o conservaban sus carencias o vacíos. Así, aunque en la última parte del siglo XX todos los habitantes adultos del país eran considerados ciudadanos siempre se pensó que las mujeres, los indígenas, los campesinos, las clases bajas, las analfabetas no ejercían una ciudadanía civilizada. Aunque ellos podían votar o ser electos para algún cargo público en todo momento había reservas sobre su capacidad para llevar adelante su tarea y actividad política. Desde una perspectiva dominante las mujeres carecían de capacidades humanas e intelectuales, los analfabetas no poseían los conocimientos y razonamientos certeros y los indígenas o indios padecían taras raciales vinculadas a su historia antigua, colonial y también a la condición campesina y de analfabetismo. De esta manera la ciudadanía de todos ellos siempre fue cuestionada, quedaba en entredicho, duda y desconfianza.
Autoridades kaqchikeles de Patzicía, 1959
En la segunda parte del siglo XX el indigenismo
intentó darle un tratamiento cultural a las carencias
mostradas por los indígenas. Ellos
intentaron limpiar la cultura revalorizando todo aquello que no contradecía el
mundo moderno. El multiculturalismo e interculturalismo oficial de nuestro
tiempo regresa sobre esta práctica culturalista revalorizante que intenta
controlar a los pueblos indígenas mediante el otorgamiento difuso y limitado de
derechos culturales y sociales. Podemos observar que en estas soluciones los grupos dominantes se otorgan
el derecho de autorizar la diferencia cultural y de construir un imaginario
histórico sobre la relación de los mayas del pasado y del presente. Así se demuestra
que el indigenismo y multiculturalismo son tratamientos culturalistas a
problemas políticos históricos y actuales.
La ciudadanía guatemalteca controlada y las soluciones culturalistas así, surgieron como formas concretas de borrar u ocultar las actividades políticas históricas y contemporáneas en las comunidades mayas. Estas formas de control también especificaron que cualquiera acción de protesta desde aquel lugar sería entendida como disidencia, colocada en la ilegalidad y considerada como aberración. La historia política de los mayas de esta manera fue proscrita y los hombres y mujeres que mantuvieron sus formas de organización política comunal, su liderazgo, su protesta y resistencia, fueron objetos de persecución. Para participar los individuos (con identidad maya) debían colocarse en los ámbitos políticos autorizados es decir, el Estado, los partidos y la sociedad civil.
Las comunidades y los liderazgos mayas han desafiado de múltiples maneras este orden creado y han establecido una fuerte actividad política en la legalidad e ilegalidad. Hoy por hoy podemos encontrar múltiples rastros en la memoria y en los archivos sobre esta actividad política dentro de la nación y Estado guatemalteco. En los mismos lugares, podemos encontrar indicios sobre el tratamiento dado por el Estado, los finqueros, muchos sectores ladinos y el ejército a los hombres y mujeres que actuaron como dirigentes de la política comunal maya. En términos generales podemos hablar de la tolerancia, de la recurrencia a la ley y de la aplicación de la violencia como formas comunes para tratar o contener dicha acción política subalterna.
Durante los siglos XIX y XX, cuando la actividad organizativa maya fue útil al Estado y a los grupos dominantes, porque ayudaba a mover el aparato de control, ellos la toleraron, al contrario cuando desafiaba abiertamente los sistemas de control, estas formas de liderazgo y política disidente eran denunciadas como ilegales y los líderes eran perseguidos hasta ser advertidos, encarcelados y torturados. En muchos otros momentos dichos dirigentes simplemente eran asesinados o amenazados para darle fin a su actividad política comunal en la legalidad e ilegalidad. Como se ve la nación y el Estado guatemalteco se fundan sobre esta construcción política y social, de violencia y legalidad. En los dos siglos de formación del Estado guatemalteco nosotros podemos identificar esta lógica política y de disciplina amenazante, pero también podemos observar su reorganización en base a recambios y readaptaciones.
Los líderes comunales y campesinos mayas, xincas y mestizos que actualmente están desarrollando una fuerte actividad política y de protesta en contra de la extracción minera, la instalación de hidroeléctricas o que en términos generales defienden el uso histórico-autónomo de los territorios (2) enfrentan el poder disciplinario y del orden legal guatemalteco. Lo importante en todo este proceso es entender la fuerte imbricación (3) entre estos mecanismos de normalización usados para mantener la subalternidad o la dominación sobre los mayas, campesinos y la vida rural.
En los siglos XIX y XX la amenaza en contra de líderes comunitarios siempre se desenvolvió desde el ámbito legal y de violencia que imperó en el país y también en la unión de estas dos esferas que intentaron mostrar la legalidad del acto de persecución. Así pues, examinar la lógica de la persecución legal y la violencia en contra de líderes comunitarios y campesinos, por ejemplo los casos de Juan López (CUC) Crisanta Pérez (San Miguel Ixtahucán) Daniel Pascual (CUC) Saúl Aurelio Méndez, Antonio Rogelio Velásquez, Hermelinda Simón y Daniel Pedro Mateo (Santa Eulalia y Barillas) es indispensable. Incluso la violencia sufrida por niños como David Estuardo Pacay y Ageo Isaac Ruiz (Cobán) nos revela las condiciones que facilitan al Estado y sectores dominantes la definición de todas estas personas como delincuentes, terroristas, personas manipuladas y no como hombres y mujeres que viven y conducen la política comunal.
La ciudadanía guatemalteca controlada y las soluciones culturalistas así, surgieron como formas concretas de borrar u ocultar las actividades políticas históricas y contemporáneas en las comunidades mayas. Estas formas de control también especificaron que cualquiera acción de protesta desde aquel lugar sería entendida como disidencia, colocada en la ilegalidad y considerada como aberración. La historia política de los mayas de esta manera fue proscrita y los hombres y mujeres que mantuvieron sus formas de organización política comunal, su liderazgo, su protesta y resistencia, fueron objetos de persecución. Para participar los individuos (con identidad maya) debían colocarse en los ámbitos políticos autorizados es decir, el Estado, los partidos y la sociedad civil.
Las comunidades y los liderazgos mayas han desafiado de múltiples maneras este orden creado y han establecido una fuerte actividad política en la legalidad e ilegalidad. Hoy por hoy podemos encontrar múltiples rastros en la memoria y en los archivos sobre esta actividad política dentro de la nación y Estado guatemalteco. En los mismos lugares, podemos encontrar indicios sobre el tratamiento dado por el Estado, los finqueros, muchos sectores ladinos y el ejército a los hombres y mujeres que actuaron como dirigentes de la política comunal maya. En términos generales podemos hablar de la tolerancia, de la recurrencia a la ley y de la aplicación de la violencia como formas comunes para tratar o contener dicha acción política subalterna.
Durante los siglos XIX y XX, cuando la actividad organizativa maya fue útil al Estado y a los grupos dominantes, porque ayudaba a mover el aparato de control, ellos la toleraron, al contrario cuando desafiaba abiertamente los sistemas de control, estas formas de liderazgo y política disidente eran denunciadas como ilegales y los líderes eran perseguidos hasta ser advertidos, encarcelados y torturados. En muchos otros momentos dichos dirigentes simplemente eran asesinados o amenazados para darle fin a su actividad política comunal en la legalidad e ilegalidad. Como se ve la nación y el Estado guatemalteco se fundan sobre esta construcción política y social, de violencia y legalidad. En los dos siglos de formación del Estado guatemalteco nosotros podemos identificar esta lógica política y de disciplina amenazante, pero también podemos observar su reorganización en base a recambios y readaptaciones.
Los líderes comunales y campesinos mayas, xincas y mestizos que actualmente están desarrollando una fuerte actividad política y de protesta en contra de la extracción minera, la instalación de hidroeléctricas o que en términos generales defienden el uso histórico-autónomo de los territorios (2) enfrentan el poder disciplinario y del orden legal guatemalteco. Lo importante en todo este proceso es entender la fuerte imbricación (3) entre estos mecanismos de normalización usados para mantener la subalternidad o la dominación sobre los mayas, campesinos y la vida rural.
En los siglos XIX y XX la amenaza en contra de líderes comunitarios siempre se desenvolvió desde el ámbito legal y de violencia que imperó en el país y también en la unión de estas dos esferas que intentaron mostrar la legalidad del acto de persecución. Así pues, examinar la lógica de la persecución legal y la violencia en contra de líderes comunitarios y campesinos, por ejemplo los casos de Juan López (CUC) Crisanta Pérez (San Miguel Ixtahucán) Daniel Pascual (CUC) Saúl Aurelio Méndez, Antonio Rogelio Velásquez, Hermelinda Simón y Daniel Pedro Mateo (Santa Eulalia y Barillas) es indispensable. Incluso la violencia sufrida por niños como David Estuardo Pacay y Ageo Isaac Ruiz (Cobán) nos revela las condiciones que facilitan al Estado y sectores dominantes la definición de todas estas personas como delincuentes, terroristas, personas manipuladas y no como hombres y mujeres que viven y conducen la política comunal.
Consulta comunitaria, Zona Reyna, 2011
La acción que viabiliza la persecución legal e
ilegal en contra de los líderes comunitarios es el acto de borrar la identidad
política comunal la cual está estrechamente vinculada con la actividad de
negación de la historia de las comunidades y del liderazgo maya, xinca, mestizo
o de cualquier otro tipo. Esto significa que una
mujer-maya-líder-comunitaria-rural fácilmente puede ser perseguida como delincuente o terrorista debido a las condiciones históricas, sociales, legales y
de violencia en que operan estas identidades que porta y a partir de las cuales
se acciona políticamente. La negación del vínculo político que estructuran
estas identidades es lo que viabiliza la persecución y finalmente da forma a la
violencia política que -desde el poder- es entendida como cumplimiento de la
ley, persecución del terrorismo o de la delincuencia común. Es así como se
produce la negación de las identidades políticas mayas, en una estrecha
relación entre imaginarios históricos racistas, coloniales y condiciones
sociológicas actuales a nivel nacional y mundial.
El acto de negar las identidades políticas mayas, sin embargo, no es algo que opera de manera unánime o lineal borrando la memoria de los subalternos o de la comunidad. Sobre la base de sus luchas pasadas y recientes ellos construyen nuevos símbolos con el fin de recordar la dominación, con el propósito de pensar los caminos trazados y para desafiar nuevamente el poder del Estado y el de las élites. Daniel Pedro Mateo el líder comunitario asesinado en abril del 2013 en Santa Eulalia, Huehuetenango, ahora ha sido declarado Mártir y Héroe Jolom Konob’ en aquel pueblo. De esta forma los q’anjob’al establecen un vínculo profundo entre sus imaginarios sobre el pasado político y cultural de sus comunidades con las luchas y desafíos que les presenta el Estado y el mundo capitalista del siglo XXI. Aún si su política es negada en muchos ámbitos, fuera de la comunidad o de la región, ellos continúan actuando desde dichas identidades políticas comunales y de esta manera se forjan un lugar –autónomo- en el presente y el futuro de la humanidad.
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El acto de negar las identidades políticas mayas, sin embargo, no es algo que opera de manera unánime o lineal borrando la memoria de los subalternos o de la comunidad. Sobre la base de sus luchas pasadas y recientes ellos construyen nuevos símbolos con el fin de recordar la dominación, con el propósito de pensar los caminos trazados y para desafiar nuevamente el poder del Estado y el de las élites. Daniel Pedro Mateo el líder comunitario asesinado en abril del 2013 en Santa Eulalia, Huehuetenango, ahora ha sido declarado Mártir y Héroe Jolom Konob’ en aquel pueblo. De esta forma los q’anjob’al establecen un vínculo profundo entre sus imaginarios sobre el pasado político y cultural de sus comunidades con las luchas y desafíos que les presenta el Estado y el mundo capitalista del siglo XXI. Aún si su política es negada en muchos ámbitos, fuera de la comunidad o de la región, ellos continúan actuando desde dichas identidades políticas comunales y de esta manera se forjan un lugar –autónomo- en el presente y el futuro de la humanidad.
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(1) Véase
Diana Nelson. Man ch’itil un dedo en la llaga, Cholsamaj, Guatemala, 2006.
(2) Tomo esta noción de Gladys Tzul Tzul, notas intercambiadas por correo electrónico.
(3) Michael Foucault. Defender la sociedad, Fondo de Cultura
Económica, México, 2002.
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