Friday, December 27, 2013

A casi dos décadas de los Acuerdos de Paz en Guatemala*

Emilio del Valle Escalante
Comunidad de Estudios Mayas / 
Univ. de Carolina del Norte, Chapel Hill, EU

El 29 de diciembre de 1996 tuvo lugar la firma de los Acuerdos de Paz que formalmente dieron fin a 36 años de represión política institucionalizada en Guatemala. Luego de casi dos décadas de este acontecimiento histórico, ¿Dónde estamos hoy—especialmente los Pueblos Indígenas—frente a estos Acuerdos?

El fin formal de 36 años de represión política estatal, para muchos indígenas, representó un nuevo comienzo. Como se sabe, luego de la firma de los Acuerdos de Paz vimos cierto protagonismo de organizaciones Mayas que ganaron un poder de convocatoria política a nivel nacional. Se pusieron en la mesa de debate importantes discusiones sobre reivindicaciones territoriales, culturales, lingüísticas y religiosas; se inició todo un proceso de revisión histórica que de otra manera empezó a visibilizar el protagonismo histórico de los Pueblos Mayas, Xinkas y Garífunas. Pero si bien hemos de celebrar estos logros, otros aspectos de los Acuerdos han sido prácticamente sepultados. Me quiero referir en este espacio a Los derechos relativos a la tierra de los Pueblos Indígenas

En los Acuerdos de Paz, Los derechos relativos a la tierra se sustentan en la constitución guatemalteca de 1985 donde el estado guatemalteco manifiesta su obligación con los Pueblos Indígenas. Tanto en los Acuerdos de Paz, como en los Acuerdos sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Inígenas (AIDPI), Los derechos estipulan, entre otras cosas, garantizar "la tenencia de la tierra comunal o colectiva, como la individual, así como el aprovechamiento de los recursos naturales en beneficio de las comunidades, sin perjuicio de su hábitat [sic] Asimismo, establece la obligación del Estado de brindar protección especial a las tierras de cooperativas, comunales o colectivas; reconociendo el derecho de las comunidades indígenas y otras a mantener el sistema de administración de las tierras que tengan y que históricamente les pertenecen, además de contemplar como obligación del Estado el proveer de tierras estatales a las comunidades indígenas que las necesiten para su desarrollo" (27).(1) 

A casi dos décadas de la firma de los Acuerdos de Paz, estas palabras parecen representar letra muerta cuando consideramos algunas de las luchas por la defensa del territorio que se libran en Guatemala. En lugares como Santa María Xalapan en Jalapa, Barillas en Huehuetenango, San Marcos, San Juan Sacatepéquez y Totonicapán, ¿Dónde ha quedado la obligación del estado guatemalteco por “brindar protección especial a las tierras cooperativas, comunales o colectivas”? ¿Dónde están los derechos de las comunidades indígenas a mantener sus “sistemas de administración” territorial? Contrario a lo estipulado en los Acuerdos y el AIDPI, el estado guatemalteco más bien ha irrespetando leyes que favorecen nuestras reivindicaciones en nombre de políticas neoliberales extractivistas depredadoras. En este sentido, el mundo “globalizado” al que supuestamente Guatemala entró luego de la firma de los Acuerdos de Paz, marca para muchos de nosotros, el inicio de una etapa neocolonizadora.

Esta etapa se manifiesta descaradamente a través discursos de “desarrollo económico” que se realizan desde varias cúpulas de poder y sus aparatos estatales de dominación. Ahí está hoy día el gobierno liderado por Otto Pérez Molina, un exmilitar que en octubre de este año se jactaba de que la inversión extranjera en Guatemala haya aumentado en un 25%.(2) Tales inversiones, según él, convertirán al país en uno de los más “reformadores del mundo”, “un centro logístico energético” con “exploraciones petrolíferas, y capaz de captar la inversión extranjera por medio de ‘incentivos fiscales y leyes modernas para el mercado laboral’”.(3) De ahí que Pérez Molina defienda y aplauda el estatus quo y los intereses capitalistas de empresas (trans)nacionales como Cementos Progreso, empresas mineras como la “Marlin Gold” y proyectos hidroeléctricos como Cambalam I, operado por la empresa Hidro Santa Cruz, la cual es subsidiaria en Guatemala de la empresa española Hidralia Energía.


Sin embargo, con ideas de “captar inversión extranjera”, estamos sin duda alguna frente a nuevas políticas estatales que sustentan su poder en base al egoísmo elitista del capital trasnacional. En Guatemala, estas políticas operan a través “diálogos” realizados a puertas cerradas, los cuales han violado las consultas populares comunitarias que rechazan la economía extractivista depredadora de empresas (trans)nacionales. Quienes se resisten a estas políticas económicas, como Yolanda "Yoli" Oquely Veliz o Diodora Antonia Hernández Cinto, se encuentran con campañas de intimidación, manipulación, persecución, encarcelamiento y hasta muerte.(4) Pareciera más bien que el reloj de la historia ha iniciado una marcha retrospectiva que paulatinamente nos devuelve a un pasado lleno de incertidumbres; un pasado-presente que se vuelve a caracterizar por sus incesantes violaciones a los derechos humanos. 

En efecto, con el establecimiento del neoliberalismo luego de la firma de la Paz, al igual que en el pasado, se han resucitado campañas de persecución, encarcelamiento y asesinato contra los líderes comunitarios como Santos Ajau, Daniel Pedro Mateo y Tomás Quej, quienes heroicamente defendieron sus territorios contra las campañas extractivistas depredadoras. Sus asesinatos permanecen todavía en la impunidad.


Estas tácticas de intimidación, así como las políticas neoliberales abanderadas por los gobiernos “democráticos” luego de la firma de Acuerdos de Paz, van pareciéndose mucho a lo que Patrick Wolfe describe como el “colonialismo de asentamiento” (settler colonialism), el cual opera en base a su deseo por eliminar al “nativo”. Este proyecto lo articula el colono – en nuestro caso, el ladino o el criollo que abandera estos proyectos neoliberales extractivistas – mediante su incesante lucha por apropiarse de territorios indígenas y los bienes naturales. La tierra es vida y sobrevivimos en base a lo que ésta nos ofrece. De allí la importancia de los colonizadores y los colonos de, por un lado, eliminar o desarraigar a las comunidades mayas de sus lugares de origen a modo de establecerse en sus territorios y explotarlos; y/o por el otro lado, de domesticar y cooptar al Indígena a modo de encontrar apoyo a sus campañas de despojo, colonización y asentamiento.(5)

Tomando esta línea de argumentación, las compañías (trans)nacionales en Guatemala operan al amparo de un estado guatemalteco que en lugar de velar por el bien común y los intereses colectivos de su sociedad, más bien funciona como un capataz que al recibir su pago se quita el sombrero y agacha la cabeza para decir “sí, señor. Gracias señor”. Luego, ayuda a estas empresas a cargar sus barcas de bienes naturales que van a diferentes partes del llamado “primer mundo”. Nos damos cuenta cómo las políticas económicas en un país como Guatemala son más bien dictadas por empresas (trans)nacionales, las cuales con dar migajas al estado guatemalteco y las elites económicas nacionales, guían el camino de “nuestro desarrollo”. A todas luces el estado y sus instituciones se ponen de rodillas ante el capital transnacional depredador. Desde ahí, descaradamente se articula una nueva promesa de prosperidad que se sustenta en el beneficio de unos pocos, la miseria de muchos y la devastación de la naturaleza. 

Esto tampoco es para sugerir que sectores indígenas—como algunos alcaldes o indígenas vinculados al ejército guatemalteco—queden inmunes ante el discurso neoliberal. El éxito del capitalismo ha sido precisamente su capacidad de ganar adeptos a su causa, logrando promover un falso anhelo de prosperidad económica al que se puede llegar con “arduo trabajo”. La Gremial de Empresarios Indígenas GUATEMAYA es ejemplo de esto dado que han encontrado en el neoliberalismo un atractivo a sus ambiciones políticas y materiales. Han hecho una alianza con las cúpulas de poder en base a su alejamiento de sectores populares indígenas que sobreviven la globalización desde la subalternidad. Por ejemplo, durante las celebraciones del Año Internacional de los Pueblos Indígenas en agosto de este año, la Gremial se quejaba de las manifestaciones y los bloqueos realizados en el país por las 12 Comunidades kaqchikeles de San Juan Sacatepéquez, quienes resisten las campañas neoliberales de Cementos Progreso en su territorio.(6) 

Los enormes retos que los Acuerdos de Paz pusieron en la mesa para los gobiernos “democráticos” guatemaltecos, particularmente los derechos territoriales, fueron pues, dejados bajo la alfombra. Muchos a lo mejor pensaron que con una firma y una celebración de “paz” todos los problemas generados por la represión política de una vergonzosa historia guatemalteca se esfumarían a modo de dar paso un “borrón y cuenta nueva”. En retrospectiva, parece más bien que el pacto social que se estableció con la firma de los Acuerdos de Paz marco el inicio de una etapa neocolonizadora caracterizada por una descarada complicidad entre las elites guatemaltecas con los grandes dueños del capital transnacional. Al igual que en el pasado, estamos ante nuevas luchas por la vida y la defensa del territorio.

Vale añadir también que estas luchas no solo se libran en estos espacios contra empresas (trans)nacionales. Podemos mencionar los esfuerzos de los Mayas ixiles en el terreno legal con el juicio por genocidio al ex–general Efraín Ríos Montt, un Hitler que diez días después de haber sido condenado a 80 años de prisión salió de la cárcel al considerarse que había habido “errores” en el proceso por el que se le juzgaba.(7) La “posguerra” también extendió un nuevo manto de impunidad manifestado a través de la re-emergencia o visibilización de grupos del crimen organizado como los carteles de drogas, o quienes ejecutan feminicidios en varias partes del país.(8) En este sentido, la firma de los Acuerdos de Paz representa una continuidad a la violencia institucionalizada que hemos vivido en el pasado. 

Impresionante como la historia sigue un rumbo donde el poder, en lugar de aprender del pasado para no repetir las mismas catástrofes, más bien lo aprende para deformarlo, adoptarlo para sus propios fines y seguir haciendo exactamente lo mismo. Aquel dicho en el campo de la historiografía que dice, tenemos que saber y conocer la historia para no repetir los errores del pasado, se usa en Guatemala por los de arriba para sustentar y fortalecer su estatus quo. Para ellos, la historia es un archivo que es estudiado minuciosamente para actualizar y mejorar estrategias de dominación. 

Pero dentro de esa historia, también sabemos muy bien que nosotros podemos alimentar nuestro espíritu de lucha, dignidad y perseverancia con las historias de muchas mujeres y hombres mayas y no mayas que con su activismo y sacrificio, desde muchos siglos atrás, empezaron a desafiar el colonialismo y sus estrategias de dominación. Son esas otras experiencias y narrativas las que han venido tejiendo una telaraña colectiva que nos recuerda que la historia también tiene hilos de otros colores. 


Notas 


*Agradezco mucho los valiosos comentarios y sugerencias que recibí de Aura Cúmes, Gladys Tzul y Edgar Esquit a versiones tempranas de este texto. El resultado final es mi responsabilidad.

1. Véase pg. 26-29 de estos Acuerdos: http://biblio3.url.edu.gt/Publi/Libros/Rupturas/03.pdf Para una especificación más sustantiva sobre los derechos relativos a la tierra, véase también el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, http://biblio3.url.edu.gt/Publi/Libros/Acuerdos-de-Paz/37.pdf especialmente el inciso “F”, pgs. 268-271. 

2. “Pérez Molina desvela su pacto por la seguridad, inversión y fin desnutrición”. El país. Sección de economía. 25 de octubre del 2013. http://economia.elpais.com/economia/2013/10/25/agencias/1382733649_669896.html

3. Ibidem:

4. Ver el artículo de Edgar Esquit, “Criminalización y negación de la política comunal maya” 2 de septiembre del 2013. Blog: “Comunidad de Estudios Mayas”.

5. Patrick Wolfe, “Settler Colonialism and the Elimination of the Native”. Journal of Genocide Research 8(4) 2006, 387-409. (pg. 387).


7. Para documentación e información sobre el juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt, ver Juicio a Ríos Montt: http://riosmontt.com.es/

8. Para información sobre el feminicidio en Guatemala, véase el blog de “El Grupo de mujeres Ixchel”:

1 comment:

  1. El artículo de Emilio del Valle Escalante me parece excelente, con fluidez y documentación denuncia la colonización neoliberal ejecutada por corporaciones en alianza con los gobiernos, tratando de despojar a los pueblos originarios del escaso territorio y recursos naturales que les quedan. Valoro que no idealiza el ser indígena y denuncia la cooptación de GUATEMAYA acerándose a la cúpula y alejándose del Pueblo al cual se debe. Mi respeto y admiración a la nueva generación de científicos sociales Mayas, quienes están descubriendo la historia y estimulando una nueva sociedad con libertad, justicia y dignidad para todas y todos.

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