Sunday, November 23, 2014

Un idiota sin límites
Aura Cumes

Según las definiciones de la RAE, idiota es alguien corto de entendimiento, que carece de instrucción sobre algo y habla sin fundamento. Pero, lo más lamentable de un idiota es que no se da cuenta de su condición porque es engreído, jactancioso o petulante. Así que si alguien se gana este calificativo, no estamos ante un insulto, sino ante la descripción de su condición. Al individuo Martín Banús, autor de la columna “El indígena feo”[1], el calificativo de idiota, incluso le queda corto, pero me parece que lo refleja en gran medida. Su patético escrito llegó a mi correo electrónico el mismo día en que salió, sin embargo no le puse la menor importancia. A pesar de la indignación de muchas personas yo estaba del lado de quienes piensan que no tiene sentido desperdiciar nuestro preciado tiempo en darle vueltas a ese tipo de pensamientos basura. Esta valoración no es exagerada, pues la columna en mención, no tiene la más mínima seriedad, menos invita al debate. Su autor vomita sus más sórdidas injurias contra la gente indígena, creyendo que está pensando en “novedades” que “nadie se atreve a decir”. Es hasta risible su perversa estupidez. Cualquier análisis, básico pero serio, vota de un chasquido sus ridículas extravagancias. Y no se necesita saber leer para ser cuerdo e inteligente.

El tétrico personaje en mención, además de inculto, no tiene límites, pero ¡vaya paradoja!, ¡es un columnista de prensa! que desnuda su pobreza humana e intelectual con total irresponsabilidad. Así se desperdicia en este país la libertad de expresión. Si su escrito sirve de algo, es para dos cosas. En primer lugar ilustra con elocuencia el desmedido poder que siguen ostentando las castas que nos ha gobernado por siglos y que se siguen atribuyendo autoridad moral sobre los indígenas, para esconder los beneficios de su más viejo racismo. Es que es impresionante escuchar la voz de una momia racista del siglo XVI en el siglo XXI. Las castas que este sujeto Banús representa, no entienden nada del entorno en que viven. No hay peor lastre para una sociedad que tener como gobernantes y como “pensantes” a este tipo de castas incapaces de ver la historia, la realidad compleja y de salirse de sí mismos; se creen modernos y progresistas, pero están encerrados en sus propias celdas, en su mundillo parasitario, pues viven a costa del trabajo de mujeres, hombres, niñas y niños mayas y ladinos pobres.

La segunda cosa para la que el artículo de Banús sirve es para dejar constancia de la vigencia de las ideas que alentaron el genocidio contra los Pueblos Mayas. Sus palabras llenas de desprecio y hostilidad, bien pueden tomarse como una incitación para justificar delitos de lesa humanidad contra los Pueblos Mayas. Frente a esto, es difícil entender qué motiva a ciertos mayas (como a otros ladinos de izquierda) a besar las botas de los generales, salir en su defensa, integrar sus partidos o formar parte de sus gobiernos. Pero los demás partidos no están libres. Infelizmente las ideas siniestras sobre los Pueblos Indígenas, están vigentes en la mayoría de partidos políticos. Y más que eso, el mal Banús, impregna cualquier espacio de la sociedad guatemalteca. Solo desde el sistema colonial y desde el racismo ha sido posible designar a estos espeluznantes personajes como “agentes del progreso”. Sabiendo esto, hay que estar alertas y tener dignidad para evitar convertirnos en engranajes para llevar adelante sus perversas maquinaciones.

Finalmente, la razón por la que decidí escribir, no es para debatir con este hombre, sino sencillamente para manifestar mi repudio y mi hartazgo por el desmedido poder que ostentan individuos miserables como Banús, cosa solo posible en este país fundado en la injusticia, la impunidad y la traición.  





[1] http://lahora.gt/el-indigena-feo/

Monday, November 17, 2014

LOS IMAGINARIOS DE LAS ELITES CRIOLLAS Y LADINAS Y LA IMPOSIBILIDAD DE TRANSFORMAR GUATEMALA

Edgar Esquit
Comunidad de Estudios Mayas

El liderazgo moral, político y cultural que se arrogan las élites criollas y ladinas guatemaltecas se basa en argumentos como los que muestran Martín Banús o Ricardo Méndez Ruiz. Cómo se nota rápidamente este es un cúmulo de ideas endebles, enfermizas  y sin ningún sentido analítico. Dicho pensamiento cambia solamente para adherirse a los nuevos conceptos que usa Estados Unidos o el resto de Occidente para nombrar al otro, en su intento por construirlo y colocarlo en un lugar controlable, reprimible o en donde pueda ser intervenido.

La vida y las acciones políticas de los mayas en este caso son consideradas como amenaza a la civilización y al Estado, considerados como los centros de la vida y la política. Todo el trabajo que hace Banús en su artículo del 11 de noviembre en el diario la Hora, inicia con una defensa abierta al Estado pero rápidamente intenta construir al indígena imponiéndole una cultura que se centra esencialmente en lo que él nombra como su tradición reproductiva.  Luego caracteriza dicha cultura como una forma irresponsable, ignorante o animal de estar en el mundo e intenta decirnos cómo sería nuestro futuro si viviéramos según lo que él considera admirable e inteligente. El resto de argumentos sobre la pereza, la destrucción de la naturaleza, la mendicidad o el ser manipulable solo intentan dar forma a esas imágenes que se buscan reestablecer en el siglo XXI.  

Este pensamiento está estrechamente vinculado a otros como él de Méndez Ruiz, que en su artículo del 9 de noviembre de 2012 en ElPeriódico, afirmaba que la anarquía se estaba apoderando de muchas comunidades en el país y que dicho desorden era comparable a una bestia desatada. Esta metáfora y los conceptos que usa para construirla aluden a un ser monstruoso y desgarrador que amenaza de la misma forma a la civilización y al Estado. La bestia, según esta imaginación, es un ser detestable que destroza todo lo que está a su paso desde la frontera en Barillas, es una fuerza que hunde sus colmillos en Totonicapán y amenaza en el Polochic o en las fincas de palma africana en Izabal. Al ser llevado al ámbito político, el monstruo del cuento se transforma en el fantasma del terrorismo que infiltra la vida de los mayas y demás indígenas. Entonces se afirma que el terrorismo es un mal que se apodera de la gente de Totonicapán o se transmuta en lo que el escritor dibuja como los ladrones de energía que campean en la región.

Todas estas construcciones discursivas se establecen como el deseo profundo de las elites por controlar la vida de los mayas y de muchos otros grupos. Este mismo deseo y trabajo se tornan en los límites o en la imposibilidad de construir a Guatemala como un ámbito político comprometido con la historia y la vida todas y todos. En su lugar, este pensamiento sigue inculcando que las vidas, que según ellos están organizadas por la barbarie y el terrorismo, deben ser limitadas, corregidas y castigadas.