Disciplinamiento,
adaptación y exclusión
en las
universidades guatemaltecas
Edgar
Esquit
Comunidad
de Estudios Mayas / Instituto de Estudios Interétnicos
El ingreso de los
indígenas, principalmente hombres, en las universidades en Guatemala, se ha
producido con mayor auge desde mediados del siglo XX. La discusión de los
universitarios sobre el lugar de los indígenas en Guatemala fue promovida
muchos años antes, así intelectuales como Miguel Ángel Asturias o Clemente
Marroquín Rojas hablaron sobre el lugar de los indígenas en la nación. Las
perspectivas indigenistas y nacionalistas que ponían en primer plano la unidad
nacional y por ende la integración de los indígenas a esta identidad abarcadora,
prevalecían en los discursos de muchos de éstos intelectuales a mediados del
siglo XX y en el marco de la Revolución de 1944. (Arturo Taracena, Etnicidad,
estado y nación en Guatemala v2, 2004).
Al escuchar a numerosos
profesores y al observar los programas académicos en la Universidad de San
Carlos de Guatemala a principios del siglo XXI, uno podría decir que aquellas voces
indigenistas aún resuenan en ésta y en otras universidades. Preguntas
colonialistas siguen vigentes en las voces de muchos universitarios, ellos aún reproducen aquellas
viejas interrogantes sobre ¿qué hacer con
el indígena? o ¿qué hacer con lo
indígena? En esos momentos algunos profesores y administradores universitarios
hablan sobre lo indígena y al mismo
tiempo lo ven como una amenaza, como un peligro a la calidad académica o
también a la estabilidad de las instituciones.
En el tiempo del
multiculturalismo o la interculturalidad, las respuestas de las universidades a
las demandas de inclusión, respeto y participación de los indígenas que están
inscritos en estos centros académicos se limita a lo discursivo o a lo
justificativo (es decir, a lo paliativo o lo probatorio). Se plantea que las universidades
aceptan la cultura de los indígenas y la fomentan ya que, por ejemplo, desarrollan
investigaciones o políticas de extensión relacionadas a la historia o a la vida
de estos pueblos. Se argumenta que los indígenas están presentes en las
universidades y que ellas están preocupadas
por la unidad de la nación y por la interculturalidad.
Actualmente, varios
mayas integrados a las universidades y otros académicos no mayas interesados en
el tema, se han conformado con dicho discurso multiculturalista o
interculturalista para dejar a un lado la discusión de las formas de dominación
que se estructuran en estos centros de enseñanza. Por otro lado, muchos mayas
están convencidos de que las universidades o la educación superior en verdad es
útil para civilizar o modernizar, es decir, con el fin dejar atrás los supuestos
lastres del ser, de la identidad y la vida de los indígenas. Ellos piensan que en
ese marco de educación superior encontraran las rutas para transformar sus
vidas personales y grupales.
No obstante, cuando
la pregunta principal es ¿qué hacer con el
indígena? lo que surge como respuestas son argumentos estrechamente
relacionados con el proyecto modernizante y colonialista. Así, las universidades
en realidad lo que se proponen es civilizar
a los indígenas es decir,
transformar sus supuestas vidas abyectas pero también incorporarlos en la reproducción
del capital. Diferentes académicos dirán que otra faceta importante de la
actividad académica universitaria es el humanismo y la ciudadanización. Sea
cual sea la línea de abordaje, la educación universitaria actual conduce finamente
a la integración de los indígenas a
una corriente dominante que busca ser abarcadora y que se pretende única o universal.
De esta forma, el proyecto
civilizador es el mismo que el de
disciplinamiento. Esto significa introducir y establecer mediante la
cátedra, el orden legal o la vida cotidiana universitaria, la dicotomía entre modernidad
y atraso, alrededor del cual se modela al estudiante. En este marco muchos
indígenas van conformando mentalidades o imaginarios sobre el ser civilizado como
algo diferente al ser indígena, hasta
definir éste último como la condición, la naturaleza y la representación de la
inferioridad. El racismo, por ejemplo, muchas veces es asumido como parte del
proceso natural de establecer, organizar
y llevar adelante el trabajo en el aula. Enseñar y aprender es una actividad
que lleva consigo formulas violentas y sutiles de sometimiento que son naturalizados
como partes necesarias de la formación profesional y como formulas inevitables para
modelar o transformar la personalidad, la mentalidad y la vida en general del inferior.
Esto significa que en
las universidades los indígenas, hombres y mujeres, son reconocidos y tratados como cuerpos y
mentalidades enfermas que deben ser rehabilitadas mediante el tratamiento
general que impone el proyecto civilizador. Nociones como, resentidos,
susceptibles, demasiado sensibles, esquizofrénicos son fácilmente usados para
calificar la acción y reacción de muchos indígenas ante las situaciones de vida
cotidiana o el racismo. Programas de asistencia a indígenas son formulados a
partir de nociones que ha diagnosticado a dichos estudiantes como inadaptados,
atrasados en su formación o como seres sin identidad definida. Junto a ellos, las
nociones generales sobre cientificidad, inocuidad, estandarización, buenas
prácticas, uniformidad, protocolo, tienen papeles o lugares fundamentales en la
conformación de las nuevas mentalidades sobre el ser profesional y el ser una
nueva persona o alguien diferente a la que se era. Ellas operan como formulas
diferenciadoras entre personas y mundos sanos y enfermos, civilizados e
incivilizados, mundos limpios y mundos contaminados.
Por otro lado, ante
el racismo cotidiano en las universidades (cuando no se produce el abandono de
dichos centros educativos) otros mayas implementan prácticas y discursos de
ocultamiento y de negación de su identidad
y origen maya. Esto significa asumir actitudes y fórmulas que intentan
enmascarar y disimular, en diferentes momentos y espacios, la diferencia
cultural estigmatizada o etnizada en la jerarquía socio-racial. Aún si en
momentos específicos algunos estudiantes no niegan su origen indígena –por
ejemplo cuando son cuestionados- en otras ocasiones intentan pasar
desapercibidos para no ser discriminados u objetos del racismo. En muchos
momentos éstos rechazan relacionarse con otros indígenas, principalmente con
mujeres mayas, para no delatarse
dentro del espacio universitario, así intentan evitar ser reconocidos y estigmatizados
como inferiores.
Otros hombres y
mujeres mayas que logran entrar a la universidad toman una posición diferente. Algunas
por ejemplo cuestionan abiertamente los discursos racistas o usan sus trajes
como emblemas o armas contra dicho racismo y sistema de dominación. Estos
hombres y mujeres saben que es importante transformar los múltiples espacios en
donde se reproducen los actos de exclusión es decir en las aulas, las
bibliotecas, las oficinas, las salas de conferencias, las cafeterías y demás.
Pero aún si muchos
mayas pueden tener una posición crítica ante la forma que toma la educación
superior otros, como se ha visto, ayudan a modelar los ámbitos excluyentes de
las universidades. Así, los mayas también contribuyen a darle sentido al proyecto
civilizador, es decir al basar sus relaciones sobre actos y estrategias de
ocultamiento y negación. De esta forma sutil y cotidiana, las universidades también
reproducen de manera nítida el proyecto dominante nacionalista y estatista que
intenta definir una identidad y una historia guatemalteca, negando las de los
mayas. Entonces es evidente que las universidades son reproductoras o forman
parte de la construcción histórico-social dominante en Guatemala. Aún con el
posicionamiento contrahegemónico y crítico que intentan adoptar algunos
sectores universitarios ellos no logra impugnar esa dominación racista y desenmascarar
el proyecto civilizador.
Una de las tareas
en el proceso de transformación de las universidades, debe ser la
problematización de esta condición universitaria. El objetivo es descentrar el
conocimiento occidental y la fractura del pensamiento y las prácticas racistas
en las universidades y en la sociedad. Descentrar significa darle lugar en las
universidades a la heterogénea experiencia histórica de los grupos humanos de
Guatemala y el mundo y quitarle el sentido universal al conocimiento
occidental. Fracturar el pensamiento y las prácticas racistas implica destruir
los dispositivos estructurales y cotidianos que niegan a los indígenas como
personas y como grupos con historia y proyectos políticos dentro y fuera de las
universidades. Los espacios para iniciar esta discusión lo tienen en sus manos
los profesores, investigadores y estudiantes universitarios. La docencia y la
investigación como hechos y espacios democráticos pueden constituirse en foros
importantes para establecer líneas de estudio sobre el carácter colonial de la
educación superior, de las relaciones sociales y de los vínculos políticos en
general.
Los planteamientos
hechos en este artículo no pretenden negar o desechar el conocimiento
occidental que se imparte en las universidades. Lo que se está afirmando es que,
es importante reconocer de qué maneras dicho conocimiento se ha construido históricamente
y su estrecho vínculo con las estructuras y los dispositivos de la dominación. La
legitimación del conocimiento occidental en las universidades, es decir, como
un conocimiento científico y universal, también se constituye en una maniobra
que convierte los otros conocimientos en
sentido común, saberes antiguos, empíricos o no comprobados.
El problema específico en nuestras universidades no es el conocimiento
occidental, la dificultad es que su reproducción trae aparejadas formas de exclusión de los conocimientos indígenas,
locales, rurales y la vida de personas que han sido definidas como inferiores.
La posibilidad de
visualizar el mundo heterogéneo en el que vivimos pasa por el interés y nuestra
capacidad de analizar éstas y otras condiciones históricas y actuales de las
universidades en Guatemala. Las probabilidades de que las múltiples experiencias
humanas y no solo la occidental tengan un lugar en las universidades,
transformará la idea de universalidad alrededor del cual opera la educación
superior hasta este momento. Esta educación universitaria no estará definida
por el sentido abarcador y único que se arrogue algún conocimiento particular sino
por la viabilidad (no jerarquizada) que encuentren en ella los múltiples
conocimientos, historias y experiencias humanas. La pregunta indigenista y
colonialista sobre ¿qué hacer con el
indígena? puede ser desechada ahora, para construir nuevas interrogantes
sobre la estructuración de la dominación, las posibilidades de la
democratización y de la descolonización en las universidades y en la sociedad
en general.*